Los ingleses
Es bueno recordar que un siglo después de la conquista que hizo España de tierras de América y cuando ya existían numerosas ciudades con universidades, iglesias y municipios, aún no existía ni una sola colonia inglesa en el Norte. Fueron más bien los españoles quienes, entrando por México, ocuparon regiones del país norteño como Florida y Nuevo México.
El primer contacto que tuvieron los ingleses con el nuevo mundo fue a través de la expedición que pagó el Rey Enrique VII, a cargo del veneciano Giovanni Gabotto quien llegó a las costas de Labrador. Los ingleses no encontraron Estados ni imperios organizados como los de aztecas e incas, sino tribus de indígenas de un nivel cultural muy bajo. Las principales familias eran las de algonquinos, iraqueses, muskogees, dakotas, sioux, y los “pueblos” de Arizona y Nuevo México. En total, en el vasto territorio no habían más de doscientos mil indios, mientras en el continente Sur, solamente el imperio de los incas, tenía una población de varios millones. Así pues, los ingleses (y los franceses más al Norte en el Canadá) encontraron tierras deshabitadas, cruzadas por ríos caudalosos y donde abundaban toda suerte de productos.
Además de este hecho fundamental, la colonización inglesa tiene los siguientes caracteres:
a) Se produce sobre una sólida base comercial, a través de compañías por acciones, que pagan todos los gastos de las expediciones y el asentamiento. Al principio fueron dos compañías, la de Londres y la de Plymouth, las que obtuvieron concesiones del Rey y estas empresas se dividieron el territorio norteamericano. Cada colono disponía de una cantidad de tierra que debía cultivar con su propio esfuerzo y el de su familia. En esa sociedad de labriegos nadie podía por tanto pretender títulos de nobleza que lo eximieran del trabajo. El cultivo del tabaco, grandemente apreciado ya en esa época en Europa, rápidamente dio prosperidad a las nuevas colonias, sobre todo en Virginia.
Mapa de las colonias inglesas.
b) Los colonos ingleses, muchos de ellos fugitivos de la intolerancia religiosa, traían al nuevo Mundo una tradición de rechazo al absolutismo de los monarcas, tradición que se remontaba a la firma de la Carta Magna por el Rey Juan, obligado por sus vasallos. (1215) Los peregrinos del barco “Mayflower”, por ejemplo puritanos todos, prefirieron el exilio a vivir bajo el dominio de los reyes Tudor en Inglaterra y una vez desembarcados en América, fundaron una colonia donde, pese a declarar su fidelidad al Rey inglés, proclamaron su decisión de constituir un gobierno propio, y una comunidad de ciudadanos libres.
Los portugueses
En el Brasil la colonización se realiza mediante empresas agrícolas o haciendas, fundadas en la esclavitud de los negros traídos del África. Tampoco los portugueses encuentran sociedades constituidas sino grupos selvícolas que cada vez van retrocediendo más a medida que avanzan los hacendados e inician sus plantaciones de azúcar y café, a base de esclavos. A diferencia de la española, la vida colonial en el Brasil no se hace en torno a una plaza o de un mercado, sino en las grandes haciendas de tipo feudal en las que conviven, el señor en la “casa grande” y los esclavos en el galpón o “senzala”.
Mapa de las colonias portuguesas.
De esa manera surgió en el interior del país una próspera clase de hacendados que no dependía del tributo de los indios como en las “encomiendas” españolas, sino del trabajo gratuito de los esclavos negros. La inmensidad de país fue también un obstáculo a cualquier pretensión de establecer un gobierno colonial absolutista, pues cada adelantado o “bandeirante” que parte de la costa hacia el interior, es señor y dueño de sí mismo y de su empresa.
Al iniciar el período de colonización, la Corona portuguesa creó algunos feudos hereditarios o capitanías que consistían en trechos de costa con una extensión que variaba de 50 a 400 kilómetros, sin otra frontera, hacia el interior, que el límite con las posesiones españolas. Estas capitanías, muchas de ellas, naturalmente, más grandes que el territorio del propio Portugal, fueron creadas a mediados del siglo XVI y los beneficiarios de las mismas, conocidos como donatarios, eran responsables de su desarrollo y defensa. De ese sistema de capitanías proviene en realidad la actual distribución territorial y política del Brasil.
Un alto funcionario del gobierno imperial en el Brasil saliendo de su casa acompañado de su familia y sus esclavos.
El almuerzo de un matrimonio carioca del primer tercio del siglo XIX.
Lecturas
“En el nombre de Dios, amén. Nosotros, los infrascritos leales súbditos de nuestro venerado soberano el señor Rey Jacobo, por la gracia de Dios Rey de Gran Bretaña, Francia e Irlanda, Defensor de la Fe, etc., habiendo emprendido para gloria de Dios, adelantamiento de la religión cristiana y honra de nuestro rey y patria, un viaje para plantar la primera colonia en las partes septentrionales de Virginia, por el presente instrumento solemne y mutuamente, ante Dios y ante nosotros mismos pactamos y nos combinamos en un cuerpo político civil, para nuestro mejor ordenamiento y preservación, y para la prosperidad de los fines antedichos, y en virtud de él, para dictar, constituir, y establecer de tiempo en tiempo, todas aquellas justas y equitativas leyes, ordenanzas, actas, constituciones y dignidades que se consideran más adecuadas y convenientes para el bien general de la Colonia; a las cuales prometemos toda la debida sumisión y obediencia. En fe de lo cual firmamos este documento en el cabo Cod, a once de noviembre del año decimoctavo del reinado de nuestro señor el Rey Jacobo de Inglaterra, 1620.
Pacto firmado por los padres de familia que desembarcaron del “Mayflower” para establecerse en Norteamérica.
Los indios brasileños
“Volvamos a los animales racionales. Encontramos toda la tierra habitada por gente toda desnuda, tanto hombres como mujeres, sin cubrirse vergüenza ninguna. Son de cuerpo bien dispuesto, y proporcionados, de color blanco, y de cabellos negros, y de poca barba o ninguna. Mucho me esforcé para conocer su vida y costumbres, porque 27 días comí y dormí entre ellos, y lo que conocí de ellos es lo que sigue en seguida:
“No tienen ni ley, ni fe ninguna y viven de acuerdo a la naturaleza. No conocen la inmortalidad del alma, no tienen entre ellos bienes propios, porque todo es común; no tienen límites de reinos, y de provincias; no tienen rey: no obedecen a nadie, cada uno es señor de sí mismo, ni amistad, ni agradecimiento, la que no les es necesaria, porque no reina entre ellos la codicia; habitan en común en casas hechas a la manera de cabaña muy grandes y comunes, y para gentes que no tienen hierro, ni otro metal alguno, se pueden considerar sus cabañas, o bien sus casas, maravillosas, porque he visto casas de 220 pasos de largo y 30 de ancho, y hábilmente construidas y en una de estas casas había 500, o 600 almas. Duermen en redes tejidas de algodón, tendidas en el aire sin otra cobertura, comen sentados en el suelo: sus viandas, raíces de hierbas, y frutas muy buenas, infinidad de pescado, gran cantidad de mariscos, y crustáceos de mar, ostras, langostas, cangrejos y muchas otras cosas que produce el mar. La carne que comen es por lo común principalmente humana, del modo que se dirá. Cuando pueden tener otra carne de animales, y de aves, se la comen, pero cazan pocos, porque no tienen perros, y la tierra muy poblada de bosques, los cuales están llenos de fieras crueles, y por eso no acostumbran internarse en los bosques, sino es con mucha gente.
“Los hombres acostumbran horadarse los labios, las mejillas, y luego en aquellos agujeros se ponen huesos, piedras, y no creáis pequeñas, y la mayor parte de ellos lo menos que tienen son tres agujeros y algunos siete, y algunos nueve, en los que ponen piedras de alabastro verde y blanco, que son largas medio palmo y gordas como una ciruela catalana, que parecen cosa fuera de lo natural; dicen hacer esto para parecer más feroces, en fin, es cosa brutal...”
Antigua crónica sobre la colonización del Brasil.
Capitanías y plantaciones
Como no había en el interior del Brasil ninguna gran ciudad indígena que atrajera a los expedicionarios y los guiase a través de las selvas; como las grandes leyendas de El Dorado y el rey Blanco llevaban fuera del ámbito en que podían moverse los de Portugal, no sólo no aparece en este caso la figura del conquistador que domina la historia de la América española -no surge un tipo humano que pueda compararse con Cortés, Pizarro, Quesada o Valdivia-, sino que no hay conquista. Lo que predomina es, como en las tierras que poblaron los ingleses en el norte, la idea de una colonia que se afirma en la costa y lentamente mueve su frontera hacia el interior. De ahí surgirán los héroes del drama brasileño: los abanderados, los “bandeirantes”.
El rey crea doce capitanías dándole a cada uno de los doce favorecidos un trozo de la costa, y así divide en partes más o menos iguales su tierra americana, desde las bocas del Amazonas hasta las vecindades de las bocas del Plata. Los capitanes, y luego sus herederos, irían penetrando en el país, empujando la frontera y cazando indios a medida que se extendieran las plantaciones. Las ciudades, más que ciudades eran ciudadelas feudales, y algo de eso tuvieron los conventos. Pero, entre la frontera tal como la entendieron los ingleses en Norteamérica y la de los portugueses, hay una diferencia profunda. El portugués no sólo llevaba la experiencia del trabajo en los climas tropicales, e iba a introducir una cultura afroasiática -más que europea-, sino que, como hombre, se aproximaba sin reparos a los tipos exóticos; se había cruzado muy a su gusto en su tierra con las moriscas, no desdeñaba a las negras, se juntaba placenteramente con las brasileñas. Tampoco le preocupaba la cuestión judía con el fanatismo de los españoles.
Dentro de la nueva sociedad, el africano resistió mejor que los europeos y los indios el trabajo de las plantaciones y los ingenios. Introdujo su cocina, su cultura, y su técnica para el trabajo. Acabó alimentándose en una forma más apropiada que los nativos, y aún más sustancial que los blancos. “La cultura indígena -dice Freyre-, aún la menos atrasada, encontrada en América por los portugueses –y de la cual aún quedan restos en estado bruto–, era inferior a la de la mayor parte de las áreas de la cultura africana, de donde más tarde se importarían los negros puros o los mestizos para las plantaciones de azúcar”.
Germán Arciniegas (colombiano) “El continente de siete colores”
Curiosidades de la historia
En el momento del descubrimiento de América, el azúcar era un producto tan extraño y cotizado en las ciudades de Europa, que se vendía en las farmacias, pesándolo como si se tratara de oro en polvo. Las grandes plantaciones de caña que hicieron los portugueses en el Brasil, les permitieron por eso, acumular enormes fortunas, con la venta de ese producto.