Los Ejércitos Auxiliares Argentinos
Varios alto peruanos tuvieron papel importante en la revolución de Buenos Aires, cuya primera junta Gubernativa fue presidida por el potosino Cornelio Saavedra (1810). El movimiento de Buenos Aires fue secundado de inmediato por Cochabamba, ciudad que reconoció la autoridad de esa capital. Esteban Arze y otros patriotas tomaron la plaza y en los campos de Aroma, derrotaron a los realistas.
Esteban Arze.
Entre tanto, el ejército patriota argentino triunfaba también en la batalla de Suipacha contra las tropas enviadas por el Presidente de Charcas, Vicente Nieto; y ese triunfo permitió a su vez, el levantamiento del pueblo potosino y luego el chuquisaqueño. Los enviados de Charcas habían cumplido a cabalidad su papel, pues la revolución se extendía rápidamente.
Primer Ejercito
El ejército argentino, al mando del General Castelli, entró pues a las provincias altas, cuando estas ya se habían pronunciado en su favor, expulsando a las autoridades peninsulares; pero Castelli y sus hombres cometieron muchas tropelías, y en Potosí fusilaron al gobernador Sanz, a Nieto y al Gral. Córdova. Pese a esa política de dura represión que también perjudicaba a los patriotas a quienes se exigía tributos, todos los pueblos contribuyeron con tropas, alentados como estaban con las victorias de Aroma y Suipacha.
Castelli avanzó hasta el Desaguadero y allí se distrajo frente a las tropas de Goyeneche con quien firmó un armisticio que ninguno cumplió. Goyeneche cruzó el río y destrozó al ejército patriota. Un oficial de Castelli, en su retirada hacia Buenos Aires, hizo cargar en cien mulas todos los caudales de la Casa de la Moneda de Potosí, sin dejar un centavo.
Juan José Castelli.
Por orden del Virrey Abascal, de Lima, el caudillo indígena Mateo Pumakhaua penetró al Alto Perú, con cuatro mil nativos y permitió que su gente se dedicara a la matanza y el pillaje.
También el pueblo cruceño, liderizado por los patriotas Moldes y Lemoine, se alzó en armas.
El Sacrificio de Cochabamba
Goyeneche había reocupado Cochabamba, después de su triunfo en Guaqui, pero tan pronto dejó la ciudad para perseguir a los patriotas, el pueblo cochabambino siempre liderizado por Esteban Arze, se levantó de nuevo. Las autoridades argentinas, desalentadas por la derrota de Castelli, enviaron otro ejército a órdenes de Belgrano hasta Tucumán, pero con orden de no seguir al norte. Contra ese ejército mandó Goyeneche al General Pío Tristán mientras él decidía volver sobre Cochabamba y escarmentar a la ciudad. Los patriotas lo esperaron en el Queñal, muy mal armados, y fueron derrotados.
Las Heroínas de la Coronilla.
El vecindario cochabambino quiso parlamentar con el jefe realista, pero la obstinación que éste encontró en las cercanías de Cochabamba, donde algunos varones y mujeres decidieron hacer una última resistencia en el cerro de la Coronilla, enfureció a los españoles que masacraron a cuantos estaban allí, y luego, por tres días, se dedicaron al pillaje en la ciudad, fusilando a los jefes patriotas.
Segundo Ejercito
Mientras tanto, el ejército argentino dio tres reveses a las fuerzas de Tristán y obligó a éste a capitular en Salta y firmar, con sus oficiales, un compromiso de no tomar más las armas contra los americanos, compromiso que no cumplieron. Por estos contrastes, el Virrey Abascal sustituyó a Goyeneche (quien se fue a España) y a Tristán, nombrando en cambio al General Joaquín de la Pezuela. Belgrano alentado por sus éxitos entró al Alto Perú, demorándose muchísimo en llegar a Potosí y Oruro. En ese tiempo los realistas se reorganizaron y al cabo de siete meses, se enfrentaron ambos ejércitos en Vilcapujio y luego en Ayuma, favoreciendo la suerte a los realistas. Belgrano decidió entonces volverse a Buenos Aires y de paso por Potosí, ordenó hacer volar la Casa de la Moneda, intento que afortunadamente no prosperó por la oportuna intervención de un Oficial alto peruano.
Manuel Belgrano.
Tres años después de su primera incursión, volvió a La Paz, Mateo Pumakhahua, pero esta vez ya al servicio de los patriotas y aliado al Presbítero Ildefonso de las Muñecas. El gobernador Valde Hoyos fue tomado prisionero y ajusticiado junto con muchos vecinos españoles al correrse la voz de que tenían un plan de hacer volar el Palacio de Gobierno.
Tercer Ejercito
Buenos Aires envió entonces un tercer ejército al mando de José Rondeau, quien nombró a uno de sus oficiales, el coronel Manuel Rodríguez, Presidente de Chuquisaca. La primera providencia de este oficial fue apoderarse de todos los bienes que el vecindario había depositado en los conventos, como emergencia de la larga guerra. Intimado por Rondeau para que devolviera esos recursos a sus legítimos dueños, Rodríguez sólo cumplió en parte la orden de su superior. Dos hechos de armas, protagonizó este ejército, uno a cargo de Rodríguez, quien quiso sorprender a los realistas en Ventaimedia, siendo derrotado; y el otro, por parte de Rondeau en Viloma, siendo también aplastado por las tropas de Pezuela. Estando este lugar en las cercanías de Cochabamba, Pezuela entró a la ciudad con la misma ferocidad que había demostrado Goyeneche tiempos antes, y organizó tribunales de purificación, para juzgar a los rebeldes. Los altoperuanos no veían alternativa a su angustiosa situación, pues el trato que recibían de las tropas realistas que subían del Bajo Perú, era casi equiparable a las depredaciones y saqueos que efectuaban los soldados que enviaba Buenos Aires y que, en su camino de retorno, no distinguían a amigos o enemigos. De ahí nació la conciencia de formar una patria nueva, que no se sometiera a ningún amo exterior.
Cuarto Ejercito
Las guerrillas operaban en todo el territorio altoperuano, hostigando sin cesar a los ejércitos regulares españoles que ya no poseían más que el suelo sobre el que transitaban. Las ciudades cambiaban de manos con frecuencia y a un precio terrible, pues el saqueo y el abuso se volvieron práctica corriente. Se produjo entonces la cuarta y última expedición argentina, dirigida por el Coronel La Madrid, quien auxiliado por los guerrilleros chapacos de Méndez tomó Tarija (capturando al Coronel Andrés de Santa Cruz) y luego siguió a Charcas, pero no pudo tomar la ciudad y emprendió el retorno, sufriendo un revés más en Sopachuy.
En el Bajo Perú, fortaleza hasta entonces inexpugnable del realismo, se produjo la invasión, por mar, del ejército chileno-argentino del Gral. José de San Martín. En las tierras altas sólo quedó el ejército del general Pedro Antonio de Olañeta, empeñado en sostener los pendones del Rey. Por efecto de la política europea, en el seno de las fuerzas españolas habían, absolutistas y liberales y entre los primeros figuraba Olañeta, quien acusaba al Virrey La Serna de liberal. Esta desinteligencia llegó al enfrentamiento armado entre Olañeta y el General Valdés, que cumplía las órdenes del Virrey. Pero cuando Valdes se enteró de la llegada de las tropas colombianas de Bolívar al Perú, prefirió retornar allí. Llegó a tiempo para intervenir en la batalla de Junín, que señaló uno de los grandes triunfos patriotas mientras Olañeta, el rebelde, quedaba de dueño del Alto Perú, pero ya no por mucho tiempo.
Dos razones explicaban la preocupación de Buenos Aires con la suerte del Alto Perú: en primer lugar, Buenos Aires sabía que no podía tener tranquilidad y seguridad para desarrollar su vida autónoma mientras los ejércitos realistas dominaran el Norte y, de otra parte, también interesaba a los argentinos conservar su hegemonía sobre las tierras que los españoles pocas décadas antes habían incorporado al antiguo Virreinato de Buenos Aires.
Pero la impericia de las tropas argentinas y el mal trato que dieron a las poblaciones del Alto Perú, frustraron ese segundo propósito de quienes inspiraron el envío de los ejércitos auxiliares. Y esto sirvió también para que los altoperuanos supieran que aún a un precio altísimo, debían quebrar sus cadenas con sus propias manos. Ayer como hoy.
Lecturas
Los patriotas habían colocado, entre tanto, sus cañones de estaño en la Coronilla... Las tropas enemigas seguían avanzando a paso de carga y sólo; rompieron el fuego general cuando se vieron a distancia de ofender. El clamoreo de la multitud creció entonces, como un inmenso alarido de rabia y de dolor que debieron arrojar todas aquellas bocas al ver el derramamiento de la primera sangre... Menos de una hora tardaron las tropas de Goyeneche en rodear completamente la colina. Quedaban sobre ella como doscientos patriotas de ambos sexos y de todas las edades, niños que sus madres abrazaban con desesperación contra su seno, jóvenes que iban a vender caras sus vidas, ancianos que no tenían fuerzas para arrojar una piedra certera a sus enemigos....
Más tiempo que el combate... duró el exterminio, la matanza sin piedad de los que se encontraron sin salida en aquel círculo de muerte... Los soldados de Goyeneche no dieron cuartel a nadie, ni a las mujeres que se arrastraban a sus pies...
Nataniel Aguirre “Juan de la Rosa”
Las Mujeres Patriotas de Cochabamba (fragmento).
... Cediendo a la influencia de las autoridades, los cochabambinos enviaron una nueva diputación a Goyeneche... Pero no era esta la resolución del pueblo: resuelto a perecer antes que rendirse, se reunió en la plaza pública en número pomo de mil hombres, y allí, interrogados por las autoridades si estaban dispuestos a defenderse hasta el último trance, contestaron algunas voces que sí.
Entonces las mujeres de la plebe que se hallaban presentes dijeron a grandes gritos: que, si no había en Cochabamba hombres para morir por la patria y defender la Junta de Buenos Aires, ellas solas saldrían a recibir al enemigo.
Estimulado el coraje de los hombres con esta heroica resolución; juraron morir todos antes que rendirse, y nombres y mujeres acudieron a las armas, se prepararon a la resistencia, tomando posesión del Cerro de San Sebastián, inmediato a la ciudad, donde aglomeraron todas sus fuerzas y el último resto de sus cañones de estaño.
Las mujeres cochabambinas, inflamadas de un espíritu varonil, ocupaban los puestos de combate al lado de sus maridos, de sus hijos y de sus hermanos, alentándolos con la palabra y con el ejemplo; y cuando llegó el momento, pelearon también y supieron morir por su creencia.
Bartolomé Mitre (argentino).
Curiosidades de la historia
En otras partes del mundo se celebra el día de la madre el segundo domingo de mayo, pero en Bolivia ese homenaje tiene lugar el 27 de mayo pues en ese día, en 1812, se produjo la batalla de la Coronilla, donde las mujeres cochabambinas se enfrentaron a las tropas de Goyeneche, siendo exterminadas junto a los pocos varones que quedaban entonces en la ciudad.
… En los últimos años de la guerra de la independencia, muchos oficiales criollos, que combatían a órdenes de España y que llegaron a tener altos grados, decidieron pasarse al lado patriota. Entre los más importantes figuran los coroneles Agustín Gamarra y José Miguel de Velasco que llegaron a ser, respectivamente, Presidentes del Perú y de Bolivia; el General José de La Mar y el Coronel Andrés de Santa Cruz, también más tarde Presidente de Bolivia y Protector de la Confederación Perú-boliviana. A ese centenar de oficiales se les reconoció sus grados e hicieron rápidamente carrera en los ejércitos patriotas. Los jefes guerrilleros en cambio, casi todos murieron en combates y no llegaron a integrarse a los nuevos ejércitos, surgidos en cada país, después de la independencia.
La ineptitud del General Castelli, Comandante del Primer Ejército auxiliar argentino, tuvo terribles consecuencias para el futuro. Su derrota en Guaqui, frente a Goyeneche, significó para el Alto Perú, la continuación de la guerra por catorce años más. En el plano político, representó también el alejamiento definitivo de las provincias del Alto Perú, de Buenos Aires; pues pese a ese primer ejército y a los otros tres que le siguieron, los altoperuanos tuvieron que batirse por su cuenta, en una guerra sin cuartel, para obtener su autonomía. La batalla de Guaqui (1811) significa pues un auténtico hito en nuestra historia.