España transmitió naturalmente, a sus colonias el grado de cultura que poseía. Fundó Universidades, Colegios mayores, bibliotecas, establecimientos textiles (llamados también “Obrajes”, de ahí el nombre del barrio de La Paz) pintura y escultura, así como algunas Academias científicas, a partir del siglo XVIII. Era una época de intolerancia religiosa en Europa y habían, en verdad, aun para la gente con recursos, pocas oportunidades para lograr una buena educación o una sólida cultura.
Museo Nacional.
En América, y particularmente en el Alto Perú, existían unas pocas escuelas de primeras letras, generalmente a cargo de un sacerdote, en las que se enseñaba a leer y escribir, las cuatro operaciones y se iniciaba a los niños en el catecismo cristiano.
El analfabetismo era pues general y solamente los hijos de los españoles y los de los criollos ricos, podían ir a las escuelas y aspirar a los estudios superiores.
Las niñas no tenían derecho ni obligación de ir a la escuela. Se consideraba incluso perjudicial que aprendieran algo y bastaba que supieran realizar algunas labores domésticas para prepararse al matrimonio.
Las Universidades
Los españoles fundaron durante la colonia, varias universidades en el continente, distinguiéndose entre ellas la de San Marcos de Lima y la de San Francisco Xavier, en Chuquisaca. En estos centros se estudiaba derecho, teología y retórica y para los egresados no había prácticamente otros caminos que la abogacía y el sacerdocio. A la Universidad de Chuquisaca acudían estudiantes de Buenos Aires y también del Bajo Perú y su influencia fue muy grande, incluso en el período de la independencia pues, a sus claustros llegaron las nuevas ideas que popularizaba la revolución francesa.
Patio central, Universidad de San Francisco Xavier en Sucre.
Fue fundada por el padre jesuita Juan de Frías Herrén bajo el reinado de Felipe IV (1624) en España. Los jesuitas dirigieron la enseñanza en este Centro hasta su expulsión.
La Universidad fue famosa por su cátedra de derecho, y siendo Charcas, sede de la Real Audiencia, los estudiantes se hallaban muy cerca de todos los pleitos y debates que se producían en esa capital.
La Academia Carolina
Dos siglos más tarde, se fundó la Academia Carolina, (1776), institución especializada en las prácticas y estudios jurídicos. Había una severa vigilancia en cuanto a los textos que podían leer y consultar los estudiantes, pero es evidente, que llegaban de contrabando muchas obras europeas prohibidas por las autoridades y de esa manera los estudiantes conocieron los libros de Rousseau y de Voltaire y volúmenes de la Enciclopedia francesa.
La misma observación que hicimos sobre la cultura en general, puede aplicarse a las ciencias, que, siendo muy elementales en la propia España, eran aún más primarias en las colonias. La medicina estaba en sus pañales, se ignoraban las leyes de la física y las industrias permitidas eran rudimentarias. En cambio, en las artes y en la literatura los siglos de dominación española crearon nuevas formas de expresión con la mezcla de sangres y construyéronse bellas iglesias con piedras talladas por los indios. En la pintura religiosa también sobresalieron los nativos, copiando a los maestros europeos, pero dejando también la huella de su propio espíritu.
Entre los grandes cronistas del Alto Perú, en el siglo XVI, figuran Juan Polo de Ondegardo, Juan de Matienzo y Ruy Díaz de Guzmán.
La obra literaria más importante de América en el siglo XVIII es la “Historia de Potosí” de Bartolomé Arzans y Vela.
Un interesante personaje alto peruano fue Bernardino Cárdenas, quien, nacido en La Paz fue Obispo de Asunción y bajo cuya administración eclesiástica se produjo la expulsión de los jesuitas.
Otro personaje notable fue el padre agustino Antonio de la Calancha, autor de la “Crónica Moralizada” acerca de la obra de los agustinos en América, así como el Fiscal de la Audiencia Víctorian de Villalva, autor de “Apuntes para una reforma de España” y el padre Álvaro Alonso Barba, que escribió el “Arte de los metales”.
Finalmente, un personaje que cabalga entre la colonia y la república es Vicente Pazos Kanki, aymara puro, doctor en leyes, autor de varias obras y periodista en Buenos Aires. Sirvió a Bolivia como Cónsul en Inglaterra, donde murió.
En la pintura y la escultura sobresalen Melchor Pérez de Holguín, equiparable a los grandes maestros europeos, el escultor indio Francisco Tito Yupanqui, autor de la imagen de la Virgen de la Candelaria, y el pintor Gaspar Miguel de Berrio.
(Lecturas)
La Universidad de Chuquisaca
Desde millares de kilómetros de distancia, atravesando a lomo de mulá altas cordilleras, altiplanicies inmensas, regiones despobladas, venían hasta la vieja capital de los Charcas, los peregrinos de la idea, los buscadores del saber y la ciencia.
Así Chuquisaca se hizo una nueva Meca. Y su Universidad fue un santuario.
Ser doctor de la Universidad Mayor, Pontificia y Real de San Francisco Xavier era un título que confería una real consagración. Con él podía uno elevarse a situaciones altísimas.
Por eso, los grados que discernía esta Universidad dieron en ser de los más codiciados por propios y extraños. Los mismos doctores peninsulares afanábanse por obtenerlos, para gozar así de las franquicias y privilegios anexos a tales grados.
De esta manera la Universidad se hizo a la vez un palenque, ya no sólo de disputas intelectuales, sino también de intereses encontrados, de envidias, de ambiciones, de odios y de venganzas.
Jaime Mendoza (boliviano) “Chuquisaca”
Habitantes de las altas y escarpadas montañas de Bolivia, moradores de los valles que bañan las aguas cristalinas del nevado y encumbrado Illimani y Hancohuma, que vivís en climas donde la naturaleza por un privilegio especial tiene templados los ardores de la zona tórrida con nieves permanentes, para producir a un mismo tiempo, la cebada como la naranja, la papa amarga como la caña dulce, la cañahua fresca como el ardiente café; que viste nuestros campos con la paja áspera y el cedro elevado; que llena vuestra atmosfera con el olor de plantas balsámicas y febrífuga quinua; que puebla vuestras breñas y páramos con el ligero guanaco y la veloz vicuña; con la útil llama y la alpaca lanuda; que produce todos los metales preciosos, cebo goloso de los pueblos civilizados; a vosotros, me dirijo desde estas tierras lejanas para narraros cuanto mi débil capacidad ha podido comprender y combinar en reinos y pueblos que son enteramente diferentes de los nuestros en clima, lengua, leyes, religión, usos y costumbres.
Estas memorias pues, sólo tienen por objeto recordar con sinceridad y verdad cuanto he creído digno de poner en conocimiento a mis compatriotas, sin cuidar de presentar mis pensamientos con la ostentación literaria con que engalanan sus obras los que se ocupan en pesar las frases, medir los períodos y aguzar los conceptos: yo no pertenezco a esta clase de escritores; mi lenguaje será tosco e inculto como nuestras breñas, y como ellas tendrá el sello de la naturaleza que es la sencillez e ingenuidad.
Mi primer intento fue escribir en nuestro idioma nativo, pues, que, habiendo nacido entre vosotros, de una familia indígena, mamé la leche inocente de nuestras “tayas” y con ella aprendí el lenguaje en que nuestros antepasados se expresaban en el antiguo imperio peruano. Los acentos de este idioma original tan sonoros para mí, no cesan de latir en mis oídos y como por un encanto, me parece que aún estoy escuchando los discursos patéticos a que frecuentemente asistía en mi primera edad en el antiguo Cuzco, metrópoli de los Incas, a donde fui a aprender los rudimentos del saber europeo. Dificultades insuperables me hicieron abandonar este intento y preferir el castellano como el idioma general desde la bahía de San Francisco hasta el cabo de Hornos; idioma que se perpetuará en el Nuevo Mundo como herencia y señal, como dominación de los peninsulares, de aquellos valientes y osados españoles que, surcando mares, arrastrando peligros y sufriendo todas las calamidades y climas que les eran desconocidos, plantaron allí su religión, lengua y costumbres.
Vicente Pazos Kanki (boliviano) “Memorias”
Los diez personajes de la colonia
Durante los tres siglos que duró el régimen colonial hubo naturalmente, muchas personalidades ilustres. De los nacidos en esta tierra y que se distinguieron por su talento o su acción política, hemos escogido diez cuyos nombres vale la pena recordar:
Bartolomé Arzans y Vela (Maestro e historiador, autor de la monumental “Historia de la Villa Imperial de Potosí”).
Melchor Pérez de Holguín (pintor cochabambino - potosino).
Bernardino de Cárdenas. Sacerdote y escritor paceño, Obispo de Asunción (que tuvo destacada actuación política frente a los jesuitas).
Pedro Nolasco Crespo (naturalista paceño)
Francisco Tito Yupanqui (escultor paceño, autor de la imagen de la Virgen de Copacabana).
Julián Apaza, alias Tupac Catari (jefe de la rebelión indígena de 1781, paceño).
Gaspar Escalona y Agüero (economista y jurista chuquisaqueño).
Antonio de la Calancha (escritor chuquisaqueño, autor de la “Crónica moralizada”).
Alejo Calatayud (artesano cochabambino, precursor de la independencia).
Juan Huallparrimachi (poeta potosino, lugarteniente de Juana Azurduy de Padilla).
Curiosidades de la historia
Fray Bernardino de Cárdenas, nacido en La Paz y Obispo de Asunción, tuvo una personalidad extraordinaria y Augusto Guzmán le ha dedicado una biografía bajo el título de “El Kolla mitrado”. Fue también Obispo de Santa Cruz y en Asunción, además de expulsar a los jesuitas, se enemistó con el gobernador Gregorio Hinestrosa, a quien hizo sitiar en su palacio, con sus partidarios. No vacilaba en tomar las armas cuando era necesario. Era un gran predicador y dominaba varias lenguas: guaraní, aymara, quechua, pukina y tacana. Murió a sus 105 años, en Arani.