Hemos visto que uno de los elementos básicos para la constitución de un Estado, además del territorio y el poder público, es el pueblo. Conocemos también la distinción entre población y pueblo. El primer concepto tiene que ver con la demografía y se refiere al número de habitantes, a su división en edades, sexos, actividades económicas, etc. En cambio, el pueblo, es la comunidad organizada, con derechos y deberes civiles y políticos. El poder público se forma por el voto de los ciudadanos.
Hemos visto también que existen naciones a las que unen vínculos raciales, lingüísticos, religiosos, etc. pero que no constituyen Estados. Y de ahí es que se confunda las nociones de pueblo y nación. Toda nación, aunque carezca de Estado nacional (como los judíos antes de 1948, año en que se creó el Estado de Israel) es una comunidad humana, que comparte desde mucho tiempo atrás, ciertos elementos, como el mismo territorio, la lengua, la religión, las costumbres, etc. Existe entre sus miembros una profunda solidaridad y, naturalmente, a veces se habla indistintamente del pueblo o de la nación, como si se tratara de la misma cosa.
Pero el pueblo, en la concepción moderna, es el conjunto de ciudadanos, con derechos y responsabilidades, dentro de un Estado.
Nacionalismo
El nacionalismo es la tendencia política que exalta los valores de una nación. Tiene un aspecto positivo cuando se trata de defender el capital humano, los recursos naturales, y el acervo cultural e histórico de una determinada comunidad, trente a cualquier intento de expoliación o aprovechamiento injustificado que provenga del extranjero. Pero tiene también un aspecto negativo, cuando de una manera miope y aldeana, la gente de un determinado país cree que es mejor que el resto del mundo, simplemente por haber nacido en ese sitio. Esa tendencia malsana es calificada como “xenofobia” que quiere decir “odio a los extranjeros” y “chauvinismo” palabra de origen francés que significa “patrioterismo”. A menudo estos dos conceptos, aparecen en la prensa diaria.
La Patria
Los romanos hablaban de la “térra patrum” o sea el vínculo que los unía con la tierra y con sus antecesores. Patria, en su acepción más general, es la tierra donde uno ha nacido, donde ejerce sus derechos y deberes de ciudadano. Así como la familia, es la célula primigenia de la sociedad, la patria es la representación política de esa sociedad y naturalmente, hay un ligamen espiritual y una solidaridad entre todos los miembros de la comunidad hacia la patria que los cobija y representa. Por eso dice con razón, el gran maestro español Antonio Machado: “Sabemos que no es patria el suelo que se pisa sino el suelo que se labra; que no basta vivir sobre él, sino para él; que allí donde no hay huella del esfuerzo humano no hay patria; ni siquiera región, sino una tierra estéril que tanto puede ser nuestra como de los buitres o de las águilas que sobre ella se ciernen”.
El patriotismo
El sentimiento de amor a la patria es llamado patriotismo. Así como un buen cristiano no es aquel que cree serlo por el sólo hecho de ir a la misa los domingos, tampoco el buen patriota es aquel que cree cumplir con la patria asistiendo a un desfile anual. El patriotismo se expresa en la buena conducta ciudadana, en el afán de ayudar en todo momento y a la medida de las propias posibilidades a que el país sea cada vez más próspero el pueblo más feliz. Se hace patria comportándose correctamente en todos los actos de la vida social, ayudando a los pobres y a los ancianos, plantando árboles y cuidando el ornato de calles y plazas, en fin, poniendo cada cual, su grano de arena, todos los días, para que todos vivan mejor.
La integridad territorial
La nación, convertida en Estado, requiere para su realización política, de un territorio dentro del cual, el pueblo realiza sus actividades. Las Fuerzas Armadas defienden las fronteras de ese territorio, pues ese es su deber y todos los ciudadanos, en caso de invasión de un país extraño, acuden también a la defensa de la integridad territorial. Pero la obligación de los ciudadanos y particularmente de los gobiernos es permanente, en relación a las fronteras a fin de evitar que la ambición de otros Estados se vuelque sobre las regiones nacionales que, por falta de atención y de vigilancia, se constituyen en “tierra de nadie”. Todas las zonas del país deben estar vivificadas con la presencia de las instituciones y los ciudadanos de Bolivia. De otra manera, como sucedió en la costa litoral y en el Acre, pueden perderse a manos de aventureros o por la infiltración de elementos extraños. Utti Posidetis Jure.
El latín era, hasta casi el siglo pasado, el idioma de la diplomacia y de las relaciones internacionales, debido a la influencia de la Iglesia católica y esta expresión del subtítulo quiere decir, en esa lengua “lo que poseo por derecho”. Ahora bien, en tiempos de la conquista ¿quién concedía ese derecho? Precisamente, a falta de otra autoridad universal, el Sumo Pontífice, cuyas resoluciones acataban los monarcas católicos.
Así se dividió el territorio de América entre los reinos de España y Portugal, mediante un tratado sancionado, por el Papa. En lo que respecta a la parte española, una vez producida la independencia qué antecedentes podían remontarse los pueblos liberados? Necesariamente a las divisiones que hicieron los propios españoles, de suerte que el Virreinato de Nueva España sirvió para formar México, el del Perú para el país de ese nombre, el de Buenos Aires, para la Argentina, la capitanía de Chile, para lo que es hoy ese país, la gobernación de Nueva Granada, para constituir Colombia y la Audiencia de Charcas, para formar Bolivia. Si no se hubieran aceptado esos límites los pueblos de las nacientes repúblicas se habrían visto envueltos en guerras interminables, cosa que ha sucedido en varios casos, pues tales límites fueron reclamados a veces por dos países, como en el caso de Bolivia y Paraguay con respecto al Chaco.
Lecturas
En el seno de la sociedad boliviana hay un fecundo y poderoso principio de vida que lucha sorda pero incesantemente contra el espantoso egoísmo de los hombres públicos, una necesidad ardiente de libertad que no es parte a entibiar la fría y amarga experiencia de crueles infortunios; un profundo y general sentimiento de amor al suelo patrio que más y más se adora cuanto es más desgraciado y cuya independencia llega a ser una pasión en los corazones.
Gabriel Rene Moreno
El culto místico de la patria, como abstracción ajena a la realidad social, fue siempre característico de tiranuelos que inmolaron los ciudadanos y deshonraron las naciones. Aunque invoquen la patria para cubrir su bastardía moral, son enemigos de la nacionalidad los que no presienten el devenir de su pueblo, los que lo oprimen, los que lo engañan, los que lo explotan, enemigos también los que sirven y adulan a los poderosos y a los déspotas: histriones o lacayos, cómplices o mendigos.
José Ingenieros (argentino)