Historia y Mitos
El territorio donde nació Santa Cruz
Agustín Supepi Espinto prefiere olvidar su pasado. Por lo menos eso intenta. Él padeció los abusos de la explotación vigente hacia los miembros de su etnia hace casi medio siglo. Hoy habita la localidad de Concepción, inserta en la provincia Ñuflo de Chávez. Agustín vio cómo sus abuelos fueron empatronados por los hacendados, y tras vivir en la urbe de Santa Cruz retornó por los años 50 para salvarlos de la opresión. “Retorné a mi tierra y la Policía me detuvo por ser indígena. Me salvó el padre del templo bajo la condición de que trabaje en sus tierras. Me salvé y luego fui salvando de a poco a mis abuelos y otra gente”.
Las personas que fue “salvando” conformaron junto a él una comunidad en las afueras concepcioneñas: Guayaba. El territorio se asienta actualmente a media hora de viaje en coche. “Así pasé mi vida: trabajé para el párroco, pero se murió en los años 80 y me quedé sin trabajo. Ahora sigo echándole a la vida. Lo que me da pena es que en Guayaba se han vuelto flojos; no trabajan como los chiquitanos de antes. Ya no voy por allá”. En tierra guayabeña, sus habitantes llaman “papá” a este personaje. “Mi pueblo estaba perdiendo sus costumbres hasta hace poco; ojalá las recupere”, comenta el hombre de más de 70 años de edad.
Los chiquitanos conforman una etnia que profesa el catolicismo, empero, que aún guarda fe hacia los “amos de la naturaleza”, los Jichis, y los brebajes milagrosos y mortales del Chamán o curandero y los brujos Cheeserusch y Oboisch. Un pueblo que tiene como vestimenta tradicional al tipoy, cuyo idioma es el bésiro y que enarbola su bandera de colores verde, amarillo y celeste con un círculo blanco en el cual se unen cinco flechas que representan al mismo número de provincias en las que hoy se hallan sus comunidades. Una nación indígena que heredó de los misioneros jesuitas el gusto por la música barroca, aquella que la acerca a ese Dios que llegó en la Colonia.
Los “Hombres Pequeños”
¿De dónde proviene el gentilicio de chiquitano?
Las crónicas antiguas relatan que los colonizadores españoles que llegaron al territorio de los miembros de esta etnia se extrañaron por la pequeña estatura y contextura física de éstos, con relación a sus vecinos guaraníes, y por las puertas diminutas de sus chozas, las que estaban construidas de esa forma para evitar el ingreso de insectos y animales salvajes. Por ello los denominaron “chiquitos”. Los guaraníes los denominaban tapuy miri, “enemigos pequeños”; aunque igualmente se los llegó a conocer como los “indios de la hierba”, por su destreza para usar las plantas venenosas en sus flechas.
En la región, en el siglo XV, se encontraban 46 etnias chiquitanas, según la investigación del antropólogo Jürgen Riester. Eran los kukisia, paunakas, yurakarikias, paikonekas, nanpekas, kitemokas, piokokas, punajikas, kimekas, huapakas, burekas, anaporekas, meriponekas, sarabekas, otures, kaitoporades, bohokokas, tabasikas, sebakas, kimomekas, tapakurakas, kidabonekas, kuriminakas, beripones, huaykurues, pisokas, tampikas, xuberekas, parisinas, xamanukas, tapurikas, kupiekas, chamaros, penokikas, maxamorikas, taos, basorokas, pekikas, parabakas, otukes, erorabekas, kurakanekas batasikas, ubisonekas, mataikas y morotokas.
Según el libro Sistema jurídico indígena del Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social, la mayoría de los antiguos chiquitanos eran sedentarios o agricultores de la selva tropical, y existían también grupos de cazadores, recolectores y pescadores nómadas. Cultivaban maíz, yuca, maní, calabaza, piñas y tabaco. Vivían en aldeas y estaban protegidos por setos vivos, picudos, plantas venenosas y palenques. Su autoridad principal era el Cacique, cargo que era hereditario, un personaje que podía tener varias mujeres y que dominaba los secretos mágico-religiosos como curandero. Su economía se basaba en el trueque de productos.
La búsqueda de la mítica ciudad de El Dorado trajo a las expediciones españolas desde Paraguay hacia sus predios, por el año 1542. Así, los chiquitanos fueron vistos como mano de obra para las minas de Potosí. Se estima que en 1561 ya sumaban entre 40.000 y 60.000 los reducidos a la servidumbre. El antropólogo Wigberto Rivero Pinto sostiene que, en el año 1550, cuando se fundó Santa Cruz (La Vieja), a pocos kilómetros de lo que ahora es San José de Chiquitos, se tomó el primer contacto con algunas tribus de esta nación. “En 1591 se trasladó Santa Cruz a su actual ubicación y se perdió el contacto con los chiquitanos hasta 1692”.
A fines del siglo XVII empezó la época reduccional que duró hasta 1767 e involucró la llegada de los jesuitas a la Chiquitania con la conversión de los indígenas al catolicismo. En este periodo se fundaron diez misiones, siendo la primera la de San Francisco Javier (hoy San Javier). Se instaló el mandato de la Directiva del Cabildo y la negación de la autoridad de los caciques. Sin embargo, en 1767, los frailes fueron expulsados y las reducciones pasaron a manos del clero secular; de esta manera comenzó la esclavización, despojo y matanza de los originarios, que a la par fueron desplazados a las periferias y obligados a emigrar y fundar otras aldeas.
Después de la independencia de Bolivia continuó el sometimiento, los abusos y la exclusión a los integrantes de esta etnia. Los cabildos fueron desconocidos por la Constitución Política, aunque éstos persistieron en la sociedad chiquitana. A fines del siglo XIX, el capital de los explotadores del caucho fue invertido en la Chiquitania y se asentaron nuevas familias de terratenientes. Así comenzó el enganche de mano de obra indígena para el trabajo en las estancias. Aparte, la Guerra del Chaco provocó otro movimiento migratorio forzoso entre 1933 y 1936; en ese conflicto, los chiquitanos se conocieron con miembros de otras naciones originarias.
La Revolución Nacional de 1952 trajo el sindicalismo al territorio chiquitano, pero los problemas agrarios continuaron, sobre todo con los empresarios ganaderos que habían aprovechado la ausencia de los indígenas durante la Guerra del Chaco para expandir sus haciendas. De esa forma se emprendió una lucha que se alargó hasta la década pasada, cuando surgieron las primeras demandas por parte de esta etnia para que el Estado le reconozca las tierras de sus antepasados, lo que llevó a la conformación de la Organización Indígena Chiquitana. Hoy, esta pugna sigue y el pueblo chiquitano ha recuperado su fortaleza identitaria.
Más de 100.000 Chiquitanos
La llamada Gran Chiquitania se encuentra en una zona en transición entre los bosques secos del Gran Chaco hacia el sur, y los bosques amazónicos en el norte; lo que actualmente constituyen las provincias Ñuflo de Chávez, José Miguel de Velasco, Chiquitos, Ángel Sandóval y Germán Busch del departamento de Santa Cruz. Según el primer cacique general de la Organización Indígena Chiquitana, Rodolfo López, hay 12 centrales campesinas que aglutinan a las más de 450 comunidades en todo su territorio. “Yo prefiero hablar de la provincia chiquitana que abarca estas cinco provincias”.
Las misiones que fueron creadas entre 1691 y 1767 bajo la administración y la tarea evangelizadora de los sacerdotes de la Compañía de Jesús o jesuitas conforman la actual Ruta Misionera, o sea, los villorrios más importantes de esta cultura: San Francisco Javier, creado en 1692; San Rafael, en 1696; San José, en 1698; San Juan Bautista, en 1699; Concepción, en 1699; San Miguel, en 1721; San Ignacio de Zamucos, en 1723; San Ignacio, en 1748; Santiago, en 1754; Santa Ana, en 1755, y Santo Corazón, 1760. Las iglesias de esas épocas son una de las principales atracciones para los turistas que visitan Santa Cruz y, sobre todo, Bolivia.
Rivero explica que, según el padre Castellano, entre los años 1676 y 1678 los chiquitanos eran más de 12.000. El padre Hervás estableció que en 1800 eran 23.788. El expedicionario Alcides D'Orbigny sentenció que en 1831 eran 14.925. El grupo protestante del Instituto Lingüístico de Verano señala que entre 1969 y 1985 eran 20.000. Y Bolivia en Cifras indica que en el año 1980 existían 20.000 originarios de esta nación. “La dinámica poblacional tuvo periodos de crecimiento y de disminución desde 1982, su población habría experimentado elevado crecimiento vegetativa”. En la actualidad, los chiquitanos serían aproximadamente 184.248.
La Confederación Indígena del Oriente Boliviano publicó que en 1994 esta nación originaria tenía 44.000 habitantes, empero, para la Organización Indígena Chiquitana no hay duda de que los chiquitanos superan la cifra de 100.000 habitantes. López comenta: “Eso lo vamos a demostrar mediante un censo que estamos realizando a nivel interno, en las aldeas. Sin duda, somos una de las culturas que más personas tienen, pero lógicamente no nos podemos comparar con los aimaras y quechuas. Ahora apostamos a sentar soberanía en Santa Cruz, más aún con la propuesta de las autonomías indígenas para aplicarlas en nuestros territorios”.
La región chiquitana expresa naturaleza, belleza artística y arquitectónica, y sobre todo la calidez de la gente. Uno de los municipios más representativos está en la provincia Ñuflo de Chávez, Concepción. Se halla en el extremo noroeste de Santa Cruz. Su plaza tiene un estilo colonial y una cruz plantada en uno de sus extremos, aparte de un mojón en el que sobresale la palabra autonomía. Este poblado es una expresión de la habilidad de sus estantes para la música. Allí, en la antigüedad, ellos construían sus propios instrumentos y componían música. Actualmente se encuentran en sus archivos 5.000 hojas con estas composiciones sacras.
A media hora de viaje de suelo concepcioneño se encuentra Guayaba, que debe su nombre a la presencia de este fruto en el lugar desde su fundación, hace medio siglo. Su fundador fue precisamente Sebastián Supepi Espinto. Una zona donde se respira el aire fresco de los árboles que crecen en medio de las viviendas. Donde las mujeres trabajan en el pelado de la almendra y por cuyas calles caminan los varones agarrados de sus implementos de trabajo en el campo. A estos dos lugares, Concepción y Guayaba, llegó Domingo para reconstruidla vida y las costumbres de una nación originaria que vio nacer en su territorio a Santa Cruz.