La guerra de los brujos
Lorenzo Anchera Aponte lleva más de 20 años sanando enfermos en la localidad chiquitana de Guayaba, en la provincia Ñuflo de Chávez. Es el Responsable de Salud y tiene a otros tres ayudantes para realizar la tarea. Su trabajo es pesado, más aún ante la ausencia de una posta sanitaria en el territorio habitado por más de 200 personas. “Lo único que manejamos son botiquines, pero no nos entregan frecuentemente los medicamentos para tratar a los pacientes. Hay que ir a pedirlos hasta la capital Concepción. Allí yo me capacité en el hospital público. Y apoyo las campañas de vacunación para evitar la llegada de epidemias a la zona”.
Las enfermedades frecuentes que atiende son las diarreas, los vómitos y las fiebres, ocasionados generalmente por infecciones estomacales que son producidas por el consumo de agua no potable, o sea, de los manantiales. “En los pueblos de más adentro hay pequeños puestos de salud, pero aquí, por estar a poco tiempo de Concepción, nos obligan a ir donde los médicos del centro hospitalario”. El presidente de la Organización Territorial de Base de Guayaba, José Soquereme Batá, sostiene que la mayoría de la población convaleciente recurre al nosocomio concepcioneño porque de a poco va perdiendo la preferencia por la medicina ancestral. El antropólogo Wigberto Rivero Pinto reconoce el Distrito Chiquitano Norte de Salud, correspondiente a los municipios de San Javier y Concepción, con dos hospitales de segundo nivel y siete postas sanitarias en la región. Elba Flores Gonzales, investigadora del Centro de Estudios jurídicos e Investigación Social (CEJIS), dice que las brigadas de salud ingresan una vez al mes en las zonas más lejanas de la zona chiquitana, las que padecen de una situación precaria en el rubro. Y revela que en Concepción se han instalado denuncias sobre la discriminación hacia las mujeres indígenas en el tratamiento del Seguro Universal Materno Infantil.
Estas limitaciones y dificultades para tener un acceso normal al servicio de salud han ocasionado que en algunas comunidades chiquitanas, sobre todo las periféricas, aún se mantenga arraigado el listado de recetas naturales de los curanderos o chamanes, quienes son muy respetados entre los habitantes. “Están los brujos buenos y malos, que también son los que ocasionan más conflictos entre los pertenecientes a esta etnia. Manejan una diversidad de árboles, plantas, tallos y raíces que tienen propiedades curativas, y brebajes que pueden ocasionar embrujos y producir la muerte de los afectados si no son atendidos por los Cheeserusch”..
No todos los comunarios dominan los secretos de estos “médicos de la selva”. En la zona de Lomerío, por ejemplo, los merkux (como se denomina a los que curan enfermedades mediante la medicina tradicional) o los hechiceros (los que manejan la ciencia oculta) o los pichamos (los que preparan venenos letales contra los seres humanos) manejan conocimientos que son mantenidos en el más absoluto misterio, salvo cuando sus portadores se encuentran en la agonía y los transmiten a sus hijos o herederos en el lecho de muerte, quienes deben ser personas con capacidad mental y fuertes en la fe de los poderes de sanación que tienen las plantas medicinales.
El antropólogo Jürgen Riester sostiene que una de las figuras más representativas de la cultura chiquitana es precisamente el curandero. Un hombre temido y que penetra en las variopintas esferas de la vida cotidiana indígena. Los hay de dos tipos: el Cheeserusch o brujo bueno, que se encarga de sanar a las personas que han sido embrujadas por el Picharero, Oboisch o brujo malo. El primero aplica métodos de curación como el masaje, la sobada y la succión con charuto; por sus servicios, los comunarios le pagan en especie o en dinero. Además, goza de influencia porque en los conflictos o denuncias de brujería se encarga de desenmascarar a los involucrados.
El Picharero es su opuesto. Tiene la capacidad de hacer el mal a la gente, hechizar e introducir en el cuerpo humano objetos como huesos, y rociar veneno en las comidas o bebidas que invita, ocasionando la muerte lenta o instantánea. “El Oboisch es el enemigo de las personas, aniquilarlo o dejar sin efecto su influencia es tarea de los Cheeserusch y asunto de interés para el grupo. El curanderismo se presenta como un sistema de profundas consecuencias que divide a los miembros de una población en grupos rivalizantes entre sí, lo que causa enemistades entre las diversas familias e influye decisivamente en la vida diaria de los chiquitanos”.
El primer cacique de la Organización Indígena Chiquitana, Rodolfo López, sentencia que aún resta compatibilizar las medicinas chiquitana y occidental. “Pedimos al Ministerio de Salud la construcción de oficinas para que estén nuestros curanderos”, aquellos que diagnostican que la diarrea se cura empleando el árbol cuchi, el paludismo con la planta de la quina y la lengua de panza de res, la deshidratación conocida como mocheo con la panza de vaca, la papera con una danza alrededor del tacú; aquellos que alertan que los niños nacidos en luna nueva no deben bailar para no padecer el muere muere o epilepsia.