Túpac Amaru
No se puede entender el fenómeno de la vasta insurrección indígena que conmovió al continente, sin mencionar a José Gabriel Condorcanqui, alias Túpac Amaru, quien se levantó en el Cuzco, proponiendo la unión de indios y mestizos en contra de los chapetones.
José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru).
Túpac Amaru preparó la rebelión durante diez años y envió emisarios a diversas partes. Después de triunfar en la batalla de Sangarará, puso sitio al Cuzco, sin éxito, replegándose a su capital de Tinta. Un año después fue derrotado y bárbaramente ajusticiado: se le obligó a presenciar la muerte de su esposa, hijos y amigos y luego se le cortó la lengua y una vez amarradas sus extremidades a cuatro caballos, quedó descuartizado en el centro de la plaza del Cuzco (1781).
Tomas Catari
En Chayanta, cerca a Potosí, de donde salían muchos indios a la mita, se levanta Tomás Catari. Antes de hacerlo, reclamó repetidas veces que se le hiciera justicia en sus derechos de cacicazgo y viajó incluso a pie (600 leguas) hasta Buenos Aires, para quejarse al Virrey Vertiz, quien le dio la razón; pero los venales oidores de la Real Audiencia volvieron a fallar en su contra y lo hicieron tomar preso. Esto enfureció a sus seguidores. Recién entonces se reconoció los derechos de Catari; pero fue detenido otra vez y cuando era conducido a Charcas, fue arrojado a un precipicio.
Andrés Túpac Amaru
El sobrino de José Gabriel Condorcanqui, una vez ejecutado su tío, continuó la lucha, conquistó la provincia de Larecaja y puso sitio a Sorata, durante tres meses. Para rendir a la ciudad, hizo construir un dique y luego con el auxilio de las aguas, arrasó a la población, donde no quedó gente con vida. Posteriormente se unió a las tropas de Tomás Catari, que rodeaban La Paz.
Julián Apaza (Túpac Catari)
Julián Apaza (Túpac Catari).
Este caudillo originario de Ayo Ayo, tuvo vinculación con Túpac Amaru, y no sería justo olvidar que contó con la colaboración de Bonifacio Chuquimamani, quien redactó las cartas y proclamas de la rebelión que se extendió rápidamente por Sica Sica, Carangas, Pacajes, Yungas, Omasuyos y Chuicuito. Pero el objetivo principal de Túpac Catari era la ciudad de La Paz, a la que rodeó por espacio de 109 días con 40.000 hombres: 10.000 personas entre españoles y criollos murieron en el cerco, muchos por hambre y epidemias. Muchos mestizos que se pasaron al lado de los indios, hicieron un doble juego y terminaron traicionando a Catari. El Presidente de la Audiencia, Ignacio Flores, organizó un ejército, rompió el cerco y dejó víveres a los sitiados. Pero el ejército rebelde volvió a rodear la ciudad. Entonces los virreyes de Lima y Buenos Aires, de común acuerdo, enviaron al General Reseguin quien derrotó a Túpac Catari en el santuario de Peñas (1781). Su abnegada mujer, Bartolina Sisa, había sido apresada antes en La Paz. Catari fue detenido poco después, sometido a juicio, torturado y muerto en la misma forma que Túpac Amaru. Dos hermanos de Tomas Catari, Dámaso y Nicolás, continuaron luchando hasta ser desbandados por el Intendente de Potosí, Paula Sanz.
Significado de las rebeliones indígenas
Los caudillos indígenas no pudieron triunfar por dos razones básicas:
a) En ese tiempo, todavía la monarquía española conservaba su fuerza y España era una potencia bajo el dominio total del Monarca y sus consejeros;
b) La rebelión sólo interesaba por entonces a los indios. Los españoles en América contaron con el apoyo de criollos y mestizos en contra de los primeros.
Bartolina Sisa.
Las mujeres demostraron el mismo temple que los varones y compartieron con ellos todos los azares de la guerra, tomando su lugar, cuando era necesario. La esposa de Túpac Amaru, Micaela Bastidas, y la esposa de Túpac Catari, Bartolina Sisa, lucharon con arrojo y supieron morir con dignidad, sometidas a la tortura.
Algunos de los caudillos indígenas pretendían incluso hacerse reconocer títulos nobiliarios con las autoridades españolas; y ninguno de ellos abjuró de la religión católica; asistían a la misa y contaban con capellanes. Dependieron, en algunos casos, del asesoramiento de mestizos, para redactar sus proclamas y correspondencia; y fueron en ocasiones, traicionados por éstos.
En todo caso, las insurrecciones indígenas demostraron el valor y la altivez de los indios y sus caudillos, que tuvieron que enfrentarse a regimientos bien adiestrados y armados. Sus jefes fueron sometidos a torturas y muerte infamante, y como se estilaba en la época, hasta sus casas fueron arrasadas y los escombros cubiertos de sal, para que no creciera nunca más allí la semilla de la rebeldía. Y, sin embargo, ésta floreció décadas más tarde, de manera que el sacrificio de los indios no fue vano. Son los auténticos precursores de la patria que nacería luego.
Lecturas
“Don José I, por la gracia de Dios, Inca, Rey del Perú, de Santa Fe, Quito, Buenos Aires y Continente, de los mares del Sur, Duque de la Superlativa, Señor de los Césares y Amazonas, con dominio en el Gran Paitití, comisionado y distribuidor de la piedad, por el Erario sin par, etc. Por cuanto es acordado de mi Consejo en junta prolija, por repetidas ocasiones, ya secretas y ya públicas, que los Reyes de Castilla han tenido usurpada la corona y los dominios de mis gentes cerca de tres siglos, pensionándome los vasallos con insoportables gabelas y tributos... Por tanto y por los justos clamores que con generalidad han llegado al cielo en el nombre de Dios Todopoderoso, mando que ninguna de las pensiones se obedezca en cosa alguna, ni a los miembros europeos intrusos, y sólo se deberá respeto al sacerdocio, pagándole el diezmo, etc....”
De la Proclama de Túpac Amaru
Muerte de Túpac Catari.
Cerco a La Paz en 1781
A esta noble ciudad pusieron cerco los indios con tal tesón, que por ciento nueve días fueron continuos los asaltos, batiéndola con seis cañones; pero mientras redoblaban más los ataques, sentían mayor pérdida, volviendo siempre escarmentados del valor y constancia de los españoles. Pero ya encarnizados o por mejor decir endemoniados, continuaban el asedio embarazando la entrada de bastimientos. La escasez de éstos, que llegó a lo sumo, causó el mayor estrago, pues se vieron aquellos habitantes en la dura necesidad de saciar el hambre con muías, caballos, perros, gatos, cueros y aún (con qué horror lo imagino) con carne humana.
Con lo asqueroso y desabrido de los manjares se fermentaron las enfermedades. Las afligidas madres veían en su regazo fallecer los hijos al rigoroso impulso de la necesidad. Los maridos no podían socorrer a las mujeres porque ellos carecían del mismo auxilio que imploraban. Las esposas de Jesucristo solamente tenían por pan sus copiosas lágrimas. Los pobres eran unos andantes esqueletos, que lloraban, clamaban y desfallecían. Y aún el Señor Obispo Doctor Don Francisco Gregorio Campos, no teniendo otra despensa que la plaza, sufrió el tormento de la escasez; pero su notoria piedad padeció otro cruel asedio, porque después de darlo todo, no encontrando arbitrio con qué socorrer a los pobres, eran sus lágrimas un caudal que no agotaba y con ellas aliviaba a los necesitados con consolaciones espirituales, que eran la más estimable moneda en estrechez tan urgente... Las miserias de esta ciudad no pueden explicarse con otras voces que aquellas con que lamentó Jeremías las de Palestina al tiempo de la cautividad de Babilonia.
Juan José de Segovia
Abogado de Charcas, nacido en Tacna
1729 - 1809