Migraciones

El ropero con vestimenta occidental

Juan Navi no para de sonreír ante la cámara fotográfica, mientras retira los helechos que impregnaron los cultivos de cacao natural su casa de la localidad tacana de San Silvestre, al norte del departamento de La Paz.  “Mis hijos ya no tienen por qué partir de esta región.  Ahora tenemos tierras comunitarias y somos dueños de lo que era de nuestros antepasados.  Por eso ha frenado la migración hacia ciudades de otros departamentos y pueblos cercanos, como Riberalta, para trabajar en la castaña y rayar la goma.  Aquí tenemos todo y ya no es necesario ir a buscar trabajo, aunque tal vez se deba salir para estudiar”.

Según el antropólogo José Teijeiro Villarreal, el integrante masculino de las etnias del norte amazónico pandino es el que parte de las comarcas a las labores de la castaña o la goma en Rurrenabaque, Riberalta y San Buenaventura.  “Pero esto no lo vi entre los tacanas de la provincia Iturralde de La Paz, donde ellos ofrecen su faena a las estancias y haciendas.  Y muchos no regresan, hay ese riesgo.  Los jóvenes son los que más parten por sus expectativas”. No obstante, este proceder ha ido disminuyendo con el tiempo.

El investigador Wigberto Rivero Pinto afirma que las poblaciones de esta etnia se fueron desintegrando por el fenómeno de la migración imperante en anteriores años, porque gran parte de su población partió a Riberalta, Beni.  “No fue algo planeado y se mezclaron con otros grupos de indígenas.  Por lo tanto, los tacanas de la amazonia son una cultura que trasciende en varios lugares, pero que no está articulada territorialmente, a no ser que se tome en cuenta sus áreas de origen, léase Tumupasa e Mamas.  Son originarios campesinados, gran parte de ellos perdió el idioma”.

Los misioneros evangélicos John e Ida Ottaviano establecieron en los años 60 del siglo pasado que el contacto de los tacanas con los forasteros era un fenómeno en apogeo, y por ello estos indígenas se iban aculturando cada vez más a los patrones de la cultura nacional dominante.  “No obstante, hay algunos que mantienen su lengua originaria, sus valores y costumbres; empero, se debe considerar a esta etnia como un grupo aculturado que todavía tiene una rica herencia cultural que amerita mantenerse, tanto para el bienestar del grupo como para la vida nacional”.

El responsable de Logística del Consejo Indígena del Pueblo Tacana (Cipta), Arlum Medina Capiona, comenta que esto ha parado en el norte paceño, y prefiere hablar de los problemas que ha traído la inmigración de colonizadores y buscadores de madera a las tierras de su nación.  “Todos los que vienen quieren un pedazo de tierra y troncos de árboles.  No tienen ninguna perspectiva por la agricultura ni el mantenimiento del ecosistema”.  Y esto se incrementó en los últimos meses por la rearticulación del ingenio azucarero en el municipio de San Buenaventura.

La salida de los tacanas de sus predios ancestrales y su retorno de las ciudades también ha conllevado su preferencia por la vestimenta occidental, algo que se inició con las misiones católicas de los siglos XVI y XVII.  Hoy las prendas de vestir que emplean son comunes e incluso copiaron el tipoy de las tierras bajas. La pareja Ottaviano cuenta que los hombres concuerdan con estas características, porque las mujeres usan un vestido que cae directamente del cuello sin pliegues en la cintura, una variación del traje introducido antaño por los sacerdotes católicos.

Asimismo, explica que los adornos de las damas se confeccionan de varias clases de semillas, algunas de ellas de brillantes colores, o negras y brillosas.  Dientes caninos también suelen ensartarse en los collares.  Ocasionalmente se incrustan alas de escarabajo a las pulseras.  “Los collares generalmente incluyen una medalla religiosa.  Y a ellas les gusta colgar a manera de broche una vaina de vainilla o alguna flor de olor agradable en los vestidos para acicalarlas de vez en cuando.  Un gancho grande es otra decoración generalizada y útil para sacar espinas de los pies”.