Economía

Agricultores y cazadores

Los golpes del pilón de madera contra el mortero se oyen a metros de distancia. Los ruidos provienen de la casa de Pilar Quenevo Chicunavi. La mujer trabaja con sus dos hijos en el pelado del arroz.  “Sólo sembramos para nuestros platos.  A veces logramos vender al mes un quintal de arroz que se cotiza en 280 bolivianos en San Buenaventura”.  Las tierras agrarias de los tacanas de San Silvestre, al norte de La Paz, se hallan a media hora de caminata de su poblado.  “Allí también tengo mis cultivos de yuca, plátano, maíz.  Voy en tiempo seco, luego se inundan”.  La agricultura es parte intrínseca de esta cultura, incluso la siembra y la cosecha son acompañadas por ceremonias y grandes fiestas para conjurar desastres en las chacras, ritos a cargo del chamán ecuai (jefe).  Para los tacanas, sobre todo de la Luna y de los espíritus depende el bienestar de las plantas.  Según los evangelistas John e Ida Ottaviano, este rubro es básico para la subsistencia de esta etnia: los chacos se hacen por el método de tala y quema, y relativamente lejos de las moradas para evitar que los cerdos destruyan las plantaciones.

“Una familia dedica una o dos hectáreas para arroz, una para maíz, de media a una hectárea para yuca y la misma extensión para plátanos, los cuales continúan produciendo en el mismo predio por varios años, mientras los anteriores alimentos no se plantan más de dos veces en el mismo lugar.  El café y el cacao se cultivan principalmente como productos para la venta”.  La coca, caña de azúcar, pina, sandía, camote, zapallo, gualusa (tubérculo), cebolla, tomate y maní moran en pequeños terrenos; el maní en las orillas arenosas de los ríos algo grandes.

El antropólogo Wigberto Rivero Pinto sostiene que los tacanas son principalmente agricultores y cazadores. “Los animales cazados son para su autoconsumo. Lo cultivado sirve para sus ollas, la comercialización o el trueque en los poblados de Tumupasa, Ixiamas y Rurrenabaque”.  El antropólogo José Teijeiro Villarreal dice que estos originarios igual se dedican a la pesca y la recolección de alimentos.  “En Pando, muchos de ellos todavía están ligados a la explotación de la castaña, lo cual les permite un ingreso económico significativo tras ofertarla en Riberalta”.

La cacería es otra actividad importante.  El responsable de Logística del Consejo Indígena del Pueblo Tacana (Cipta), Arlum Medina Capiona, explica que aún se atrapa en el monte taitetús (chanchos) y guasos (venados) para la alimentación, especialmente en las noches y con escopetas.  Rivero complementa que los tacanas cazan al menos una vez por semana y se distinguen tres temporadas en que ello es imprescindible: antes de la preparación de los terrenos de siembra, en agosto; un mes después, antes del chaqueo, y en octubre, antes de sembrar.

La pareja Ottaviano señala que estos indígenas comen la mayoría de los animales, hasta felinos, excepto reptiles.  Los más perseguidos son el venado, el tapir, el pecar, los monos, las tortugas, el coatí mundi y el oso bandera.  Las herramientas empleadas para esto son la escopeta, que reemplazó al arco y la flecha, y las trampas de troncos con un ángulo de unos 45 grados para atrapar especies predadoras, como los ocelotes, que frecuentan sus hogares para comerse a las gallinas, y cazar pequeños ejemplares que invaden los depósitos de maíz en los chacos.

Medina alega que en los arroyos de San Silvestre sólo hay peces pequeños: ventón, sábalo y pintado.  “A tres horas de caminata están los grandes, como el pacú.  Pero lo que es peligroso son las rayas, que te penetran con su aguijón tipo sierra”.  Rivero determina que la pesca es una actividad menor para los tacanas.  Los Ottaviano explican que dos o tres veces al año varias familias se trasladan a un río donde durante dos o tres días pescan con represas de palo tras envenenar el agua y a los pescados con la savia lechosa de la enredadera denominada barbasco.

La ganadería ingresa poco a poco en esta cultura del norte paceño y se creó la Asociación de Ganaderos de la comunidad de Carmen del Emero, que trabaja en la rehabilitación de los ambientes de la estancia Las Golondrinas, siendo los socios los responsables del manejo y cuidado sanitario de las 48 reses.  Ante la crianza de animales por parte de los tacanas se impulsó también un proyecto de sanidad para reducir la presión de la cacería y evitar la diseminación de males entre animales domésticos, silvestres y humanos.

Los cerdos, los patos, los loros, los monos y las gallinas son los ejemplares que sientan presencia en los hogares de San Silvestre.  Rivero subraya que estos originarios igual aplican la recolección de miel de abejas, huevos de tortuga, palmito y frutas silvestres para su consumo.  Los Ottaviano adicionan que los hombres y mujeres, en las varias estaciones, acumulan nueces de palma de los bosques. “La miel silvestre se recoge y constituye un bocadillo apreciado cuando se la come naturalmente o diluida en agua cual si fuera refresco”.