Religión y Fe

El sincretismo católico y ancestral

Los tacanas, creen en un dios que creó el cerro Cacquia Dacha o Caquiahuaca para que cuide las cosas terrenales, cerca de la localidad de Tumupasa, al norte de la Paz, entre los municipios de Ixiamas y San Buenaventura de la provincia Abel Iturralde.  Sus antepasados veneraban igual a la Madre Tierra o Eauaquinahi, Pachamanca desde el arribo de los incas a su tierra; a los espíritus que protegen la naturaleza, como daoabai, espíritu de los arbustos; chibute, ánima de los árboles; einidu, sombra de los cazadores; los edutzi, seres o piedras divinizados, y el ishawa, un demonio que produce enfermedades que deben ser curadas por los yanaconas o chamanes.

Cuentos míticos

La mitología asentada en esta etnia no tiene límites y se mantiene en los relatos de los más ancianos, aunque corre el riesgo de perderse en sus memorias.  Los misioneros evangélicos John e Ida Ottaviano señalan que los cuentos tacanas tratan del Sol, la Luna y las estrellas; los animales y el mundo espiritual; muchos de los cuales explican fenómenos naturales a través de dobles significados.  Entre sus espíritus y seres sobrenaturales, el más poderoso es el que recibe el nombre de beni ecuai, jefe de los vientos, y no es menos el mará ecuai, espíritu de las estaciones, y la Pachamama, deidad quechua que para ellos es la divina protectora de la vida animal.

No obstante, todos estos personajes inanimados tienen espíritus subordinados a quienes envían para la efectividad de sus órdenes.  Por ejemplo, el carashana edutsi, espíritu de la flecha, trae buena suerte en la caza, y por ello el cazador solicita sus bendiciones y lo recibe en su propio cuerpo tras beber la chicha que tiene como su habitación.  A la par, ciertas especies de árboles grandes son evitadas porque hay la creen¬cia de que los espíritus einidu viven en ellos: si uno de estos ejemplares se halla en terreno que uno piensa rozar, no se lo debe cortar de inmediato, sino hasta que el chamán haya efectuado el servicio “curativo” que amerita el caso.

Tumupasa (tumu-pasa, piedra–blanca) convoca el respeto de los tacanas por su valor ancestral e histórico.  La punta más elevada de las serranías o lomas de la cordillera Cacquia Dacha o Caquiaíraaca (lugar alto y sagrado, en quechua) están cerca ¡le este poblado.  “Se la puede ver casi de todas partes del territorio circundante, inclusive de tan lejos como Ixiamas”.  Ellos consideran al Cacquia Dacha el “ombligo del mundo” y defienden que el destino después de la muerte parece “una peregrinación incesante y sin destino fijo por la selva cercana a sus casas”; pero por el sincretismo con el catolicismo ya se acepta al cielo como destino final.

El antropólogo Wigberto Rivero Pinto sostiene que, más allá de estas creencias sobrenaturales, la mayoría de los miembros de esta nación es afín a la Iglesia Católica, más aún por la presencia histórica de las misiones franciscanas en su territorio desde los siglos XVI y XVII, y la instalación en 1942 del Vicariato Apostólico de Reyes, en Beni, que influyó en los tacanas del norte amazónico.  A mediados del siglo XX, empero, ingresaron los predicadores evangélicos en sus predios, al mando del Instituto Lingüístico de Verano, aunque sus afanes chocaron con la indiferencia indígena y no tuvieron más remedio que partir a otros pueblos de las etnias cercanas.

Los Ottaviano igual comentan que “los misioneros católicos escribieron (antaño) un cate-cismo en lengua tacana.  No hay, sin embargo, evidencia de que éstos hayan intentado con ello un programa de alfabetización entre los originarios, y fue evidentemente escrito para facilitar el trabajo de los clérigos que predicaban en una lengua extranjera”.  Más allá de estos alegatos, el presidente del Consejo Indígena del Pueblo Tacana (Cipta), Jesús Leal Ruelas, calcula que 80 por ciento de los tacanas son católicos y ello también se demuestra en el calendario festivo que rige en las comarcas y los templos erigidos en éstas, al mando de un cura o “maestro”.

Ello se expresa adicionalmente en antiguas vestimentas que portaban los integrantes de esta cultura, como los mantos que llevaban los varones para tapar su cuerpo, al estilo de sotanas jesuitas, los cuales eran sujetados por la cintura con una faja que recibía el denominativo de wachiray.  Sin embargo, comenta el responsable de Logística del Cipta, Ailum Medina Capiona, no se puede negar que algunos indígenas o colonizadores que retomaron o se asentaron en predios originarios de esta etnia han incrustado el evangelismo y pretenden diseminarlo por los villorios: por ejemplo, en Tumupasa existen hoy dos congregaciones de esta doctrina que celebran sus cultos los fines de semana.

Entre sus espíritus y seres sobrenaturales, el más poderoso es el que recibe el nombre de “beni ecuai”, jefe de los vientos, y no es menos el “mará ecuai”, espíritu de las estaciones, y la Pachamama, deidad protectora de los animales.

El aura Espiritual del Chamán

John e Ida Ottaviano explican que muchos de los tacanas van para la misa a las iglesias, a menudo celebrada sin la intervención del sacerdote, aunque muchas de estas personas igual participan en antiguas ceremonias religiosas en la selva.  El custodio de la religión tradicional de esta etnia recibe el nombre de chamán ecuai, jefe, quien aparte es el curandero y mediador entre la gente y los espíritus de las fuerzas naturales.  “También dirige los ritos de la siembra y la cosecha.  En éstos se invocan los favores dé los espíritus para gozar de un año próspero.  Las ofrendas libran de los ven-tarrones que dañan los cultivos y las casas”.

En la creencia de los tacanas impera que una desgracia que atormenta a uno de ellos por bastante tiempo es ocasionada porque los espíritus están insatisfechos con sus sacrificios.  El jefe del orden que molesta a la gente es ishahua, parecido al diablo de la religión cristiana.  Ante sus acciones, el perjudicado debe pedir al chamán su servicio, este último inicia la ceremonia llamando y cantando al espíritu para averiguar qué es lo que hará. Su “credencial” es una pequeña roca sagrada que se llama ecuai sa aniude, “el asiento del jefe de los espíritus”.  El curandero saca esta roca de una bolsita, la coloca sobre hojas de coca en el altar y empieza a conversar con dicha piedra.

En el acto igualmente es empleada la ayahuasca, droga alucinógena que usan los chamanes para hacer sus adivinaciones.  Después de ingerir esta bebida, el líder espiritual se echa en una hamaca con los ojos vendados y espera que el líquido haga efecto.  Algunas veces precisa de un segundo vaso antes de empezar a temblar y soñar. Después de la visión, toma una copa de agua azucarada para neutralizar la pócima. “Hay muchos chamanes, uno en casi cada familia extendida.  Ellos adoptan este oficio voluntariamente.  La hechicería no es una práctica generalizada, aunque hay algunas hechiceras que pueden causar enfermedades, mala suerte y aun la muerte”.

Los tacanas afirman que los chamanes son escogidos por los espíritus; por ejemplo, una manera en que éstos optan por llamar a un joven que tiene el perfil de curandero es hacer que se le aparezca una piedra negra.  Según las creencias, si el muchacho arroja la roca descuidadamente, ésta regresa nuevamente en circunstancias diferentes hasta que el adolescente se da cuenta de que ha sido seleccionado por las ánimas. Entonces debe dirigirse a donde un curandero para mostrarle su “credencial”, para luego ingresar en un periodo de entrenamiento.

Rivero adiciona que las creencias y prácticas religiosas tradicionales todavía continúan ejerciendo una influencia muy importante en la vida cotidiana de los integrantes de la etnia tacana.  Por ejemplo, cuando de manera paralela a la cristiana diez chamanes o baba tcuai o tata janana (que por influencia quechua son llamados yanaconas) ofician ceremonias en fechas clave del calendario agrícola y de principios de año.  “No solamente son curanderos de conocimientos profundos de la herbolaria medicinal, sino guardianes del bienestar de la comunidad y del universo”.  La perseverancia del chamanismo es muy fuerte y la fe que los indígenas depositan en estos personajes puede ser más intensa que en el santoral católico o los dogmas protestantes.

El antropólogo José Teijeiro explica que en la aldea tacana de Villa Alcira no hay ningún mito relacionado con los anteriormente enunciados.  “Con seguridad hay bastante de ello en otras poblaciones, pero ninguno es tan fuerte como el del cerro de Tumupasa, el mito donde supuesta-mente habitan todas las deidades y es particularizado también por la etnia de los ese ejjas”.

La chicha en las fiestas católicas

La chicha es el elixir infaltable de las fiestas tacanas que, generalmente, se rigen por un calendario católico y patronal, y celebradas con música y danzas como el puli-puli, quiri-quiri, jarireti y chamas, esta última representa a los grupos indígenas que se internaron en el monte.  Las festividades más representativas son Carnaval, cuando incluso se arma un muñeco de hojas de plátano que recibe el nombre de babachaya; la feria patronal de San José de Uchupiamonas, el 1 de mayo; la preste de la Virgen de Fátima en Macahua, el 12 de mayo; San Silvestre en Napashi, el 15 de mayo, y el 2 de noviembre, Todos Santos. Una de las más importantes se celebra entre mayo y junio en Tumupasa, la fiesta de la Virgen de la Santísima Trinidad, que coincide con la semana previa a Corpus Christi. Implica tres días de derroche: el primero porta una entrada con grupos folklóricos y una recepción social por la noche en la plaza; la siguiente jornada hay una misa y una procesión precedida por los bailarines devotos, que sacan la imagen de la Virgen e instalan la celebración en las calles; y el último día es conocido como de la cacharpaya o despedida, cuando todos los conjuntos hacen demostraciones y se despiden de la efigie.

Todo no termina allí. En Corpus Chris-ti sigue el festejo, cuando se arman altares que representan al cuerpo de Cristo en los cinco barrios de Tumupasa, responsabilidad a cargo de cuatro personas, los pasantes, que se encargan de preparar el almuerzo y la cena, abundante chicha, y un chocolate con pan de arroz para la noche.  Otras fechas son el 29 de junio, San Pedro, en Buena Vista; 16 de julio, El Carmen, en Carmenpecha y San Buenaventura; 6 de agosto, día de Bolivia; 16 de octubre, San Gerardo, en Capaina, y 8 de diciembre, Mará Miri, nuevamente en Tumupasa.