La Guerra del Pacífico

1. Situación de la Republica; el hambre y la peste.

La injusta guerra que Chile desató sobre Bolivia vino precedida por grandes calamidades.  Las malas cosechas del año 1879, ocasionadas por las sequías, causaron estragos que fueron mucho más notorias en los departamentos que, como Cochabamba, habían tenido fama de ser los más productivos.  La carestía y la escasez de alimentos afligieron a las poblaciones de Sucre, Cochabamba, Oruro y Potosí en forma tan intensa que el hambre asumió los caracteres de-un verdadero desastre nacional.

Cochabamba que tenía fama de ser el granero de Bolivia llegó a una situación desesperante.  En las calles de la ciudad se veía agonizantes y muertos en miseria e inanición.  Diariamente se recogían 15 a 20 cadáveres.  El precio de la harina había subido a cien pesos la carga.  Los demás artículos habían encarecido en igual proporción.

Junto con el hambre se había presentado el flagelo de la peste que diezmando la población de las ciudades y los campos aumentaba el número de víctimas.  Y para hacer más espantoso el cuadro que presentaba el país, se presentaron por el Sur extensas mangas de langostas que arrasando los sembradíos acabaron con los escasos productos que se habían salvado de la sequía.

Aún antes de que se hubiera producido el asalto de Antofagasta, el gobierno de Daza tuvo conocimiento de los intensos preparativos militares de Chile y de la presencia en aguas del litoral boliviano de la escuadra chilena que conducía tropas de desembarco listas para iniciar la acción bélica.  Pero, para el presidente Daza tenía más importancia no frustrar el éxito de las fiestas de carnaval que a la sazón se avecinaban.  No obstante que en el mes anterior había realizado una semana íntegra de fiestas con motivo del aniversario de su nacimiento (14 de enero de 1840), celebrando al estilo provinciano con corridas de toros en plena plaza principal, en las que el mismo presidente, a caballo hacía el ridículo torero, no quiso renunciar al placer de gozar de otra semana de diversión.  De manera que todas las noticias de los sucesos de Antofagasta y de Calama se las guardó para darlas a conocer recién el 26 del mismo mes.

2. La alianza Perú-boliviana; los países beligerantes.

No viéndose otro recurso que el de las armas para defender el territorio boliviano tan sorpresivamente invadido fue preciso prepararse para la guerra.  Mientras se acopiaban los escasos recursos bélicos que el país tenía, fue enviado a Lima el Ministro Plenipotenciario Serapio Reyes Ortiz con la misión de recordar al Perú el cumplimiento del tratado de alianza defensiva que ambos países habían firmado el 6 de febrero de 1873.  El gobierno peruano intentó primeramente desempeñar el papel de mediador amigable, enviando a Santiago a su Ministro Lavalle el cual fue tratado hostilmente desde su desembarco.  Después de inútiles gestiones y conferencias Lavalle tuvo que pedir su pasaporte y retornar a su país con las manos vacías.

El 5 de abril de 1879, Chile declaró la guerra al Perú al mismo tiempo que a Bolivia.  Entonces el Perú no tuvo otro camino que el de reconocer y cumplir el tratado, pues se dio cuenta de que las riquezas de su costa meridional eran aún más codiciadas por Chile que las de Bolivia.

Si bien Chile tenía que luchar contra la alianza de los dos países, alianza cuya existencia conocía perfectamente desde el día de su firma, no estaba en situación de inferioridad militar; muy al contrario, se había preparado desde hacía varios años para esta guerra de conquista hasta conseguir que sus armamentos, su escuadra y sus ejércitos fueran muy superiores a los de los dos países juntos.  De este modo, en el momento de la declaración de guerra, la situación militar de los tres países beligerantes era la siguiente:

Chile tenía un ejército de 13.000 hombres perfectamente instruidos y equipados, con armamentos modernos y otros 13.000 hombres que se preparaban convenientemente, fuera de otras reservas.  El Perú tenía un ejército de 6.000 hombres repartidos entre Lima e Iquique.  El ejército de Bolivia apenas llegaba a 2.200 hombres esta cifra subió con motivo de la guerra a 4.000 hombres, pero la mayor parte de ellos carecían de armas.

Las fuerzas navales de Chile constaban de dos poderosos buques blindados “Lord Cochrane” y “Blanco Escalada”, las corbetas “Chapabuco”, "O'Higgins” y “Esmeralda” y las cañoneras “Magallanes" y Covadonga” y numerosos transportes de guerra. La escuadra peruana se componía de la fragata “Independiente” y la monitor “Huáscar”, la corbeta “Unión” y la cañonera “Pilcomayo”, Bolivia para la defensa de sus dilatadas y ricas costas no poseía un solo barco.

3. Campaña marítima; combate de Iquique.

Con el objeto de romper el bloqueo del puerto peruano de Iquique, establecido por los barcos chilenos “Esmeralda” y “Covadonga” y el transporte “La Mar”, partió hacia el Sur la escuadra peruana compuesta por la fragata “Independencia” al mando del capitán Moore y el “Huáscar al mando de Miguel Grau.

El encuentro tuvo lugar el 21 de mayo de 1879.  El transporte “La Mar” huyó a toda máquina hacia el Sur.  Entretanto el “Huáscar” se lanzó resueltamente contra el barco insignia chileno “Esmeralda” hasta echarlo a pique con su espolón, causando la muerte del jefe enemigo almirante Arturo Prat.  La otra nave aliada, la “Independencia” al perseguir y tratar de tener bajo el fuego de sus cañones a la “Covadonga” que huía protegiéndose entre los acantilados de la costa, destrozó su casco contra los escollos, perdiéndose irremediablemente y privando así a la defensa aliada de su mejor barco de guerra.  Desde ese momento el poderío naval de Chile logró una aplastante superioridad sobre sus enemigos cuyo destino en la lucha por el mar quedaba exclusivamente librado a lo que muy limitadamente pudiera hacer el “Huáscar” y al heroísmo y audacia de su valeroso comandante.

4. Hazañas del “Huáscar”; combate de Angamos; personalidad de Miguel Grau.

A pesar de haber quedado solo el “Huáscar” al frente de toda la escuadra chilena, esta legendaria nave mantuvo la guerra marítima con glorioso éxito casi medio año.  Unas veces solo y otras acompañado de la corbeta “Unión” realizó correrías audacísimas a lo largo de las costas chilenas llegando a atacar hasta el mismo puerto de Valparaíso.  Comboyaba los transportes de tropas y provisiones hasta los puertos del Sur del Perú y de improviso se presentaba frente a los puertos enemigos, sembrando en ellos el desconcierto y la sorpresa.

El 10 de julio se presentó en Iquique que estaba bloqueado por los barcos chilenos “Magallanes” y “Matías Cousiño”.  Después de un breve combate, el “Huáscar” tenía ya ganada la situación y sometido a su fuego a los barcos enemigos, cuando se presentó el poderoso acorazado “Cochrane” ante el cual el pequeño buque peruano tuvo que retirarse.

El 21 del mismo mes atacó y destruyó varios transportes chilenos, el “Rimac” que trasladaba un regimiento de 300 soldados.  El 28 se presentó en Antofagasta, silenció las baterías del puerto y dejó maltrechos a los barcos enemigos, “Magallanes” y “Abato”.

Con estas y otras hazañas el “Huáscar” se convirtió en el fantasma aterrador de las naves y puertos enemigos.  El pueblo chileno, desconcertado ante la ineptitud de los jefes de su escuadra fue presa del más profundo descontento y demostró su protesta popular en las calles de la capital donde fue preciso sofocar el motín en forma sangrienta.  El gobierno, obligado a satisfacer las exigencias de la opinión pública tuvo que cambiar el comando de la escuadra.

El 8 de octubre el “Huáscar” y la “Unión”, después de haber recorrido impunemente las costas chilenas, y apresado a la goleta “Coquimbo”, se encontraron de pronto rodeados por toda la escuadra chilena.

Ante esta inmensa desproporción de la fuerza, la “Unión” favorecida por su rapidez pudo eludir y llegar sin novedad a Arica, burlando la persecución de los barcos chilenos “0‘Higgins” y “Loa”.  Entretanto el “Huáscar” acosado por los poderosos blindados enemigos resolvió mantenerse bravamente en medio del tremendo círculo de fuego, se aproximó hacia la punta de Angamos a fin de proteger su popa, que era muy vulnerable izó su bandera al tope y fieramente dio cara a las seis naves que lo rodeaban lanzando los primeros disparos de sus cañones contra “Cochrane”, las andanadas de la artillería desarbolaron y barrieron el pequeño barco de Grau.  Un certero disparo enemigo voló la torre del comando mutilando al heroico capitán de la nave aliada; otro proyectil destrozó los restos sangrantes dejando apenas el fragmento de una pierna. Nuevos disparos victimaron sucesivamente a un segundo y tercer comandantes que trataron de hacerse cargo de la nave.  Hasta, que, inutilizados sus cañones, roto su timón y casi exterminada su tripulación, los sobrevivientes se decidieron a completar heroicamente el sacrificio hasta el último hombre y para ello abrieron las válvulas de inmersión del barco.  El “Huáscar” estaba ya hundiéndose cuando fue tomado por los enemigos quienes se apresuraron a evitar el hundimiento y el incendio.  Los tripulantes que quedaban heridos en su mayor parte, fueron trasladados a un barco chileno.  El casco acribillado de la nave inmortal fue remolcado a puertos chilenos para ser reparado.

Con la pérdida del “Huáscar” Chile quedó completamente dueño del mar, sin más adversarios que pudieran hacerle frente ni obstaculizar sus transportes de tropa y municiones.  Las naves enemigas desde entonces pudieron impunemente desembarcar sus tropas en los puntos que más les conviniera.  De esta manera se dio fin a la primera fase de la guerra que fue netamente marítima.

Don Miguel Grau, el héroe de la campaña marítima había nacido en junio de 1834, en el Departamento de Piura, del Perú.  Fue hijo del granadero colombiano Miguel Grau, el viejo que alistado en las tropas libertadoras llegó hasta el Perú a las órdenes del Mariscal Sucre, siendo muy conocido por su valentía y su espíritu guerrero.  Su madre era una noble mujer peruana.  Desde la edad de 10 años hizo vida de marino a bordo de un buque ballenero hasta los 17 años.  En 1851 volvió a Lima para perfeccionar sus conocimientos náuticos.  Años más tarde pasó a ser guardia marina en el barco “Apurimac” bajo las órdenes del entonces Teniente Lizardo Montero, bajo cuyas órdenes se revolucionó en favor del General Vivanco.  Las luchas políticas del Perú le alejaron de la marina de su patria y se fue a trabajar en la marina mercante, mereciendo el honor de comandar un buque de la Marina Real Inglesa.  Con este motivo recorrió los mares de la China y de las Antillas y las rutas para Europa.  En 1856, el gobierno de su país, conocedor de sus magníficas prendas de marino, le nombró comandante de la corbeta “Unión”.  En 1866 contrajo matrimonio con la distinguida dama limeña Dolores Cavero.  En 1871 se distinguió en la campaña contra la escuadra española en el combate de Abato.  Después de volver nuevamente a la marina mercante, acabó por ser nombrado comandante del “Huáscar” con cuyo barco y sus hazañas unió gloriosamente su inmortal destino.

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