Arquitectura

Sin luz ni agua, pero con radio

Estanislao Amutari Chau pela las hojas de palmera con paciencia. La construcción de su hogar le demandó casi un mes.  Sólo le resta recubrir el techo. “Así nomás hacemos nuestras casas; aunque no tenemos muchas comodidades por la falta de luz eléctrica, nos faltan cables para que el motor haga funcionar los focos.  Hay alcantarillado, pero no contamos con duchas ni lavanderías”.  El hombre que habita la comunidad tacana paceña de San Silvestre remata: “En los pueblos importantes hay servicios básicos, en las pequeñas aldeas todavía no existe nada de eso”.

El dirigente de la Organización Territorial de Base Feliciano Chau Yoamona confirma ello. “Esperamos vivir un poco más holgados desde el siguiente año.  Todo depende del financiamiento”.  El presidente del Consejo Indígena del Pueblo Tacana (Cipta), Jesús Leal Ruelas, calcula que 60 por ciento de los 24 villorios que forman su organización en las tierras bajas no cuenta con energía eléctrica y agua potable.  Por ello se busca el apoyo de los municipios de San Buenaventura e Ixiamas, y de organizaciones no gubernamentales.

En cuanto a la distribución de garrafas de gas licuado de petróleo, éstas aún son desconocidas para la mayoría de los tacanas, a pesar de que ya cuentan con traducción en su idioma: emeji tuchedha.  Ellos continúan cocinando con leña.  El antropólogo Wigberto Rivero Pinto dice que los servicios básicos sólo están presentes en las comunidades principales como Tumupasa, y en el norte paceño la estancia de la telefonía está marcada por las líneas fijas y los celulares que funcionan con la atención de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones.

El antropólogo José Teijeiro Villarreal precisa que a veces las comodidades no son necesarias para esta etnia. “Por ejemplo, en el poblado de Villa Alcira se armaron baños y duchas mediante un proyecto; sin embargo, eran sólo usados por los turistas porque los tacanas optaban por bañarse en el río.  Otros solamente tienen posibilidad de instalar paneles solares para poder tener luz artificial y prefieren cocinar con los famosos jenecherús, troncos unidos que al ser quemados duran por buen tiempo, y que pueden ser catalogados como leña”.

El mal estado de las carreteras es uno de los principales problemas para acceder a estos villorrios, sobre todo en época de lluvias; el tramo principal es La Paz – Rurrenabaque – San Buenaventura – Ixiamas, y demanda un viaje de más de 18 horas.  Rivero informa que en las grandes localidades igualmente se encuentran pistas de aterrizaje para avionetas.  Asimismo, las canoas y los botes con peque-peques (motores pequeños) son los encargados de trasladar a los visitantes y tacanas a otros pueblos de las orillas de los ríos Beni y Madre de Dios.

En cuanto a la arquitectura tacana, sus viviendas son trabajadas para soportar el clima tórrido de la región.  Los misioneros John e Ida Ottaviano relatan que los originarios las arman cerca de los arroyos para poder aprovisionarse de agua, y la proximidad con los parientes es otra razón para elegir el lugar de la edificación de sus inmuebles.  Las casas son rectangulares y estrechas, con un tamaño de aproximadamente tres por cinco metros, un techo alto y puntiagudo fabricado con palmeras, y con una cocina generalmente sin paredes.

“Los materiales de construcción son troncos de madera dura para la estructura, un tipo de hoja de palmera para el techo, tablillas de pachiuba (palmera) para las paredes y madera labrada para la puerta.  Todas las uniones se efectúan con lianas o tarugos.  Se construyen igual pequeños cobertizos en una especie de colgadizo, uno de cuyos extremos se apoya en el suelo.  El piso es de tierra fuertemente apisonada y puede ser formado a unos centímetros sobre el nivel del suelo de modo que no se moje ni embarre en la estación de lluvias”.

Cuando una familia tacana desea levantar su hogar, sus allegados la ayudan.  La pareja Ottaviano cuenta que sus enseres son simples: es costumbre comer sentado en la siju estera (alfombra de fibra de palma) tendida en el suelo, y si hay una mesa se la usa principalmente como adorno y para guardar cosas.  La gente duerme sobre el piso igualmente en esteras y dentro de un mosquitero.  Se cuelga una hamaca para uso diurno o para mecer al bebé.  La ropa y las frazadas se colocan sobre una liana extendida entre las paredes de un rincón de la casa.

“Las pertenencias personales son almacenadas en canastas y bolsas colgadas en los horcones.  Muchas familias tienen una maleta de madera comprada en el pueblo.  Cada vivienda tiene alguna clase de altar o una cruz tejida adornada con flores y figuras.  A veces se cuelgan esteras en las paredes y las adornan con cosas que consideren bonitas: flores, plumas de loro... Las mujeres plantan y cultivan flores silvestres cerca de sus hogares”.  Esta descripción fue plasmada en dibujos por los Ottaviano, los que acompañan a esta página.

Teijeiro sostiene que las edificaciones de los tacanas se adecúan a la temperatura de su habitat tropical.  “Imposible que usen calaminas, allí sólo las utilizarían los collas, y así los cuartos serían un infierno por el calor.  Incluso arman una valla milimétrica sobre el piso para prever las épocas de inundaciones”.  No obstante, Rivero arguye que la modernización en la construcción de los inmuebles igual ha penetrado en esta etnia. “Han evolucionado como pueblo porque ya se ven casas de calaminas con ladrillos, pero ello también es debido a la migración colla a sus territorios”.

Este desarrollo también se nota en la llegada de una radioemisora de onda corta en Tumupasa, la que, según el Cipta, tiene la función de informar y capacitar a la población.  Su funcionamiento se inició en 2004 y hay dos personas responsables de las emisiones diarias.  Su licencia de operación se encuentra en proceso de trámite porque recién en diciembre de 2005 se aprobó el decreto supremo que reglamenta el trabajo de las radios comunitarias, modalidad en la que será inscrita la radio por su estructura y por ser de propiedad de los tacanas.